En qué quedamos, ¿la carne es mala o es buena?

En qué quedamos, ¿la carne es mala o es buena?

Durante años la carne estuvo muy demonizada, mientras que en los últimos años, se oye y se lee información de todo tipo. ¿Por qué este cambio? ¿Cuál es mi opinión?

Antes de empezar, creo conveniente hacer algunas reflexiones previas sobre consumo de carne:

• La cantidad de carne que se consume en España es bastante elevado. Según las últimas encuestas ENIDE (Encuesta Nacional de Ingesta Dietética Española), se calcula que se consume una media de 164g de carne, por persona al día.
• El impacto medioambiental del consumo de carne es muy elevado. La producción de carne, especialmente la convencional, requiere de grandes extensiones de cultivos de granos (con la deforestación de bosques que ello conlleva) y de grandes cantidades de agua. Por no comentar el impacto medioambiental del cultivo de granos (soja, maíz) transgénicos que se utilizan principalmente para el consumo animal.
• En la mayor parte de estudios que se observa la posible relación del consumo de carne con ciertas patologías, se ha metido en un mismo “saco” la carne roja y la carne procesada (embutidos, hamburguesas, salchichas, etc).
• En los estudios científicos no suelen tener en cuenta la calidad de la carne (forma de cría de los animales, tipo de alimentación, tratamientos farmacológicos, etc).

¿Por qué y cuándo la carne es el enemigo?

En primer lugar es importante valorar aquellos estudios en los que han separado el impacto del consumo de carne roja del consumo de carnes procesadas, ya que estas últimas están cargadas de aditivos, azúcares, almidones, grasas de mala calidad y sal, que muchas veces son los mayores responsables de los efectos negativos.

En una revisión de estudios epidemiológicos [1] se concluye que la carne procesada presenta un aumento de riesgo de enfermedades cardiovasculares y diabetes (por cada 50g diarios, un aumento del 50% de riesgo). En cambio, no hubo relación entre la carne roja y riesgo cardiovascular, aunque si se observa un ligero aumento del riesgo de diabetes (aunque es muy pequeño y los autores destacan que puede deberse a otros factores como la actividad física, el tabaco, la baja ingesta de vegetales, etc).

En estudios epidemiológicos se observa que el consumo de carne procesada aumenta el riesgo de padecer cáncer colorectal y en el caso de la carne roja se asocia un riesgo ligeramente elevado, que incluso se observa que este riesgo disminuye mucho cuando se tiene en cuenta el consumo de fibra y de pescado. El mecanismo por el cual esta relación está presente solo en el caso de las carnes rojas y no en las blancas, parece ser la mayor cantidad de hierro hemo, ya que estimula la formación de nitrosaminas, compuestos carcinogénicos. La formación de nitrosaminas disminuye cuando se ingieren antioxidantes (hortalizas) en la misma comida [2,3,4,5].

También a través de estudios epidemiológicos se observa que aquellas personas que consumen mayores cantidades de carne procesada viven menos (aumenta la mortalidad), en cambio a penas se observan relaciones significativas con la carne roja [6,7].

¿Por qué hay que aplicar el sentido común?

La mayoría de datos que disponemos son de estudios epidemiológicos-observacionales (también es del mismo tipo el famoso “Estudio de China” o “The China Study”). Este tipo de estudios se utilizan para extraer hipótesis, que después hay que validar. Para que lo entendamos mejor; un estudio observacional “observa” un hecho, por ejemplo, podríamos “observar” que las personas que usan gafas son personas más inteligentes. ¿De aquí podríamos concluir que si me pongo gafas voy a ser una persona más inteligente? No. Pues de la misma manera, no se pueden sacar conclusiones firmes de este tipo de estudios.

Por otro lado, hay quien prefiere valorar lo sano/insano que es este alimento haciendo una analítica completa del alimento y extrapolando el efecto que tendrá en el organismo. Por ejemplo:
• “La carne tiene grasas saturadas, por eso aumenta el riesgo cardiovascular”. Este tema daría para un artículo especial. Actualmente hay mucha evidencia que muestra que las grasas saturadas NO aumentan el riesgo cardiovascular [8], por lo que esta explicación no es válida.
• “La carne de cerdo es rica en ácido araquidónico y en ácido linoleico y por esa razón tendrá un efecto pro-inflamatorio”. Desde mi punto de vista esta es una visión muy separada de la realidad, ya que el efecto sobre la inflamación lo genera el conjunto del alimento que se ingiere.

Por todos estos motivos… es necesario aplicar el sentido común. Y llegado este punto quisiera hacer una mención especial a la importancia de la CALIDAD de la carne:
• ¿Es sano consumir carne de animales estabulados, alimentados con piensos basados en legumbre/cereal (casi siempre transgénicos) y tratados con medicamentos para evitar infecciones y estimular un desarrollo más rápido? Desde luego que NO.
• ¿Es sano consumir carne de animales criados de forma más coherente, alimentados con su alimentación fisiológica (ej. ternera con pasto o forraje) y sin tratamientos agresivos? Si esta carne la combinas con abundantes verduras, desde luego que SI.
La ternera alimentada con forraje tiene una composición nutricional muy diferente: mientras tiene un mayor contenido en omega 3, tiene una menor cantidad de omega 6. Aunque aún me parece más importante que el conjunto del alimento es más sano por la forma de vida que ha llevado el animal y la ausencia de residuos de fármacos.

Algunas conclusiones…

• No mezclemos el efecto en la salud de las “salchichas frankfurts” con la carne de calidad. Los estudios lo demuestran y el sentido común también. El problema ha sido que durante años todo estaba metido en un mismo “saco”.
• La carne ha sido un alimento importante durante nuestra evolución como homínidos. Eso sí: nunca ha sido carne procesada y además se consumían más vísceras y menos “carne”. Por lo tanto el sentido común también nos indica que el consumo debe ser moderado.
• ¡No seamos egoístas! Debemos velar por el planeta. El consumo de carne convencional tiene un impacto medioambiental alto. Mi propuesta es la siguiente: hay que reducir el consumo de carne convencional y la carne que se coma, que sea de calidad.
• ¿Con qué acompañas la carne? Deja la “carne con patatas fritas” o “carne con arroz” o “carne con pan”. Cuando comas carne acompáñala con abundantes verduras. Esta combinación evita la formación de nitrosaminas en el sistema digestivo.
• ¿Cómo cocinas la carne? No la “churrusques”. Es mejor que quede “al punto”, de esta forma evitas la formación de compuestos potencialmente cancerígenos (como los HAPs).

Todo se resume en algo muy sencillo… ¡Come alimentos de verdad!

Lucía Redondo Cuevas, Nutricionista integral y Naturópata

Bibliografía
[1] Micha R, Michas G, Mozaffarian D. Unprocessed red and processed meats and risk of coronary artery disease and type 2 diabetes–an updated review of the evidence. Curr Atheroscler Rep. 2012 Dec;14(6):515-24.
[2] Aune D, Chan DS, Vieira AR et al. Red and processed meat intake and risk of colorectal adenomas: a systematic review and meta-analysis of epidemiological studies. Cancer Causes Control. 2013 Apr;24(4):611-27.
[3] Xu X, Yu E, Gao X et al. Red and processed meat intake and risk of colorectal adenomas: a meta-analysis of observational studies. Int J Cancer. 2013 Jan 15;132(2):437-48.
[4] Chan DS, Lau R, Aune D et al. Red and processed meat and colorectal cancer incidence: meta-analysis of prospective studies. PLoS One. 2011;6(6):e20456.
[5] Alexander DD, Weed DL, Cuching CA, Lowe KA. Meta-analysis of prospective studies of red meat consumption and colorectal cancer. Eur J Cancer Prev. 2011 Jul;20(4):293-307.
[6] Larsson SC, Orsini N. Red meat and processed meat consumption and all-cause mortality: a meta-analysis. Am J Epidemiol. 2014;179(3):282-9.
[7] Bellavia A, Larsson SC, Bottai M, Wolk A, Orsini N. Differences in survival associated with processed and with nonprocessed red meat consumption. Am J Clin Nutr 2014;100(3):924-9.
[8] Puaschitz NG et al. Dietary intake of saturated fat is not associated with risk coronary events or mortality in patients with established coronary artery disease. J Nutr. 2015;145(2):299-305.

Fuente:  rogerdelauria.com

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